Controversias sobre las pandemias: 6. Un relato que se acomoda a según que intereses

La teoría clásica de las enfermedades infecciosas no fue capaz, por consiguiente, de comprender que los microorganismos patógenos presentan una doble condición: De una parte, son formas de vida y como tales deben investigarse en las ciencias naturales; pero, de otra, como causantes de enfermedades humanas tienen una historia social, que requiere el conocimiento del contexto político, económico y social en el que la enfermedad se desarrolla1.

Es decir, la historia de los patógenos no es tan sólo una historia propia de las ciencias naturales, sino que es también una historia social que ha permanecido en buena medida “oculta”. Cada sociedad, vive, siente y enferma de una manera determinada2, son los factores culturales, propios de cada colectividad, tanto las causas que explican la aparición o la prevalencia de las enfermedades, como el conocimiento de las enfermedades y su tratamiento. Como dice Erwin H. Ackerknetcht3, historiador y antropólogo: “La enfermedad y la medicina son funciones de la cultura, aunque evidentemente sobre una base biológica”.

En el siglo XVIII, Edward Jenner entendió que las epidemias no son crisis atemporales e inevitables, sino que en 1798 escribía: “La desviación del hombre de donde fue colocado por la Naturaleza originalmente ha demostrado ser una prolífica fuente de enfermedades…”

Por tanto, la enfermedad humana nunca es ‘mera naturaleza’, sino que está condicionada y modificada por la actividad social y por el ambiente cultural en el que se desarrolla, como estudió Rudolph Virchow4, el padre de la Medicina Social, a finales del siglo XIX: “la enfermedad epidémica es una expresión de desequilibrio social y cultural”5.

Un relato que se acomoda a nuestros requerimientos. El relato que cada sociedad6 construye ante una epidemia tiene rasgos diferenciales y otros que son comunes. Históricamente ha oscilado entre la vivencia “patética” como la cólera divina, que establece una relación de causalidad (que siempre es un “castigo”), a una vivencia “trágica”, sin esperanza , propia de las culturas clásicas , hasta la “fe ciega” en la ciencia, que vino de la mano de la revolución científicotécnica del siglo XIX, con la convicción absoluta del hombre moderno en la ciencia y el poder curativo de la medicina ,

Si bien, en un contexto de miedo indiscriminado, una constante de las vivencias es el atribuir la culpa a un tercero, a otros: los judíos trajeron la peste o propagaron la sífilis (como decía Adolf Hitler), los musulmanes difundieron el cólera, la peste negra vino de Catay (los chinos), la sífilis comenzó en las Indias, la roña (sarna) española, el mal francés, la peste napolitana, el SIDA nacido en Haití, los chinos son los culpables del Covid-19 (como asevera Donald Trump)

Hoy en día, cuando nos enfrentamos a un nuevo patógeno, en la narrativa del SARS-Cov2, desde el principio se dijo que la población estaba siendo repentinamente atacada por un enemigo extranjero, una agresión externa, comparable a un acto de terrorismo o equiparable a una catástrofe natural. Los medios de comunicación y los dirigentes políticos insistieron constantemente en metáforas militares: enemigo exterior, declaración de guerra, combate contra el invasor.

Es evidente que el relato está en abierta correspondencia con los valores hegemónicos, como se refleja incluso en las denominaciones que han recibido las epidemias. Así, mientras a la Gripe del 18 se la denominó española o el Ébola toma su nombre de un rio de la República Democrática del Congo, no ocurre lo mismo con el VIH pese a que se registró por primera vez en California y Nueva York, tampoco con el Estafilococo resistente a la Meticilina, que estalló en Boston. Las enfermedades infecciosas producen estigmas, pero parece claro que unos pueden ser estigmatizados y otros no. Es de agradecer que, para poner freno a esta tendencia, la Organización Mundial de la Salud hiciera publico en 2015 directrices neutrales sobre como darles nombre a las epidemias.

1 Buck C; Llopis A; Najera E; Terris M: El desafio de la Epidemiología: problemas y lecturas seleccionadas. Washington, Organización Panamericana de la Salud, 1988

2 McWhinney I. Changing models: the impact of Kuhn’s theory on medicine. Fam Pract. 1983;1:3-8

3 Ackerknetcht E.H: Una breve historia de la medicina . Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1982

4 Howard Waitzkin: Un siglo y medio de olvidos y redescubrimientos: las perdurables contribuciones de Virchow a la medicina social. https://www.medicinasocial.info/index.php/medicinasocial/issue/view/6

5 Rudolf Virchow (1821-1902): “La medicina es una ciencia social y la política no es otra cosa que la medicina en gran escala”. En su estudio de la epidemia de cólera de 1847 en Silesia identifica como las causas, además de las biológicas y físicas, son ecológicas, sociales y políticas. Virchow R: “Reporte sobre la epidemia de tifus en Alta Silesia”. So cial Medicine Vo3. No . 2008.

6 Laín Entralgo P. Historia de la Medicina, Salvat, Barcelona, 1978

 

 

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