Listas de espera, la opinión de Rafael Bengoa

El Sistema Nacional de Salud (SNS) público ha sufrido durante la pandemia. Se ha ido debilitando ola tras ola, pero conviene recordar que es gracias a la existencia de este servicio público y los profesionales que lo componen que se ha podido encajar el envite de esa pandemia y que se ha podido vacunar con una eficacia ejemplar.

Ese éxito ha tenido un precio; no se ha podido atender de forma óptima todo lo no covid. Es decir, todas las patologías que requerían atención y prevención durante la pandemia, y esto ha impactado en las listas de espera actuales.

Desde la Fundación de Estudios de Economía Aplicada señalan que la sobrecarga que se generó en los comienzos de la pandemia también repercutió en las listas de espera, donde el tiempo medio aumentó un 22% en 2020 respecto a 2019, y en la actividad asistencial, donde, por ejemplo, la actividad quirúrgica se redujo un 36%.

En el año 2021 un total de 706.740 pacientes estaban en lista de espera para operarse en el Sistema Nacional de Salud (fuente, SNS).

En la mayoría de las comunidades han logrado reducir el tiempo medio de espera quirúrgica y de especialidades del Sistema Nacional de Salud en el último año, y algunas se sitúan ya por debajo de los días de espera que tenían antes de la pandemia.

Esto es esperanzador, porque indica que el SNS tiene capacidad de recuperación y es aparentemente resiliente. Sin embargo, la infrafinanciación crónica y la desmedida demanda demográfica sobre el Sistema Nacional de Salud no permite pensar que esta resiliencia sea perenne.

Por otro lado, existe una gran variabilidad en lista de espera entre las comunidades autónomas, y esa tendencia a la desigualdad nacional no es de recibo en un sistema social basado en el acceso equitativo y en la universalidad.

Hoy en día, ya entrando en el tercer año pandémico, se espera poder recuperar aún más la atención perdida, aunque dependerá del impacto de una octava ola durante estos próximos meses. Es probable que sea una ola covid más controlable y menos severa, pero este invierno esa ola viene acompañada del resurgir de otros virus -especialmente el virus de la gripe y el virus sincitial- y el SNS seguirá bajo tensión. En ese caso será difícil recuperar toda la actividad perdida durante la pandemia y será en las listas de espera donde se reflejará el mayor impacto.

Este es el reto de gestión, clínico y político, más complejo de los últimos años para el SNS. El momento pospandémico será clave para salvar el SNS o evitar que se siga deteriorando.

Para recuperar el pulso del SNS y garantizar listas de espera prepandémicas, se necesitarán unas políticas consistentes a medio y largo plazo, pero mientras tanto es necesario actuar también en el corto plazo. De lo contrario se continuará deslegitimando el SNS público y eso tendrá consecuencias graves. La más importante, que la clase media buscará un doble aseguramiento, una tendencia ya acelerada durante la pandemia en toda España.

Este fenómeno de privatización larvada no se soluciona atacando el aseguramiento o provisión privada, sino reforzando la financiación y las políticas transformadoras del SNS.

El SNS debe recibir más fondos, pero a la vez debe ofrecer mayor calidad y ser más productivo y para ello debe ser transformado.

¿En qué consiste esa transformación? El modelo actual es pasivo, en el sentido de que espera a que la gente se ponga enferma y no dispone de un buen sistema de seguimiento y monitorización de los pacientes que ya han sido recuperados y dados de alta. En un modelo así y con la demografía y cronicidad de nuestras sociedades, es prácticamente seguro que las listas de espera aumenten. Por otro lado, los profesionales de la salud no pueden expresar toda la medicina y prevención que conocen en el actual modelo asistencial.

Como en muchísimas otras empresas de otros sectores de la economía que se están transformando, no se trata de trabajar más sino de trabajar de una forma diferente, en un modelo asistencial más proactivo y preventivo y con mucha más monitorización digital a distancia.

Entre otras intervenciones de gestión, se trata de ofrecer trayectorias de cuidados más eficientes e integradas para los pacientes. La trayectoria de cuidados que ofrecemos hoy es una trayectoria fragmentada porque el ‘sistema’ de cuidados no es un sistema, sino que es una colección de estructuras asistenciales separadas.

La evidencia indica que el trabajo con trayectorias de cuidados permite que los hospitales puedan dar de alta antes a los pacientes ya atendidos de sus problemas clínicos y, así, liberar camas para otros que estén en las listas de espera. Se pueden lograr esas altas más tempranas cuando se hace un mejor uso de los servicios sociales y de la atención primaria, evitando de esta forma una mayor demanda sobre las urgencias.

Diferentes proyectos nacionales e internacionales confirman que recortes en los servicios sociales conllevan un aumento de visitas a urgencias de personas mayores de 65 años. Un tercio de estas personas luego ocupan una cama. La idea central es que se puede controlar mejor a estas personas en la comunidad, en sus domicilios, con sistemas telemáticos más proactivos, para detectar cuándo se están deteriorando y actuar a domicilio o residencias en consecuencia. Dicho de otra forma, no se puede solucionar el problema de las listas de espera sin una buena interacción con la atención primaria y sin planificar y coordinarse con los servicios sociales.

En el ámbito más macro de la política sanitaria y, a pesar de las dificultades económicas previstas en 2023, sería un contrasentido racionar el estado de bienestar en estos momentos. Los análisis confirman, asimismo, que los programas de austeridad únicamente razonados para reducir el gasto público, en salud y servicios sociales provocan efectos adversos en los pacientes e impiden buscar soluciones de gestión más eficientes y productivas como las descritas anteriormente

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