Controversias sobre las pandemias: 9. Post-modernidad y salud

Derechos de propiedad y alianzas público-privadas. Las corporaciones farmacéuticas concentran el 80% de su negocio en el mercado de medicamentos de Norteamérica, Europa y Japón, unos territorios que no llegan al 19% de la población mundial. Sin embargo, el 90% de la carga de enfermedad se localiza en los países pobres. Según datos publicados por la OMS en 2.0181, aproximadamente la mitad de las muertes registradas en los países de ingresos bajos se debieron a enfermedades del grupo I (enfermedades transmisibles y afecciones maternas, perinatales y nutricionales). Sin embargo, en los países de ingresos altos, el grupo I causa solamente solo el 7% de las defunciones.

Una de cada tres personas en el planeta no tiene acceso a los medicamentos imprescindibles para garantizar una vida digna e incluso para salvar su vida y esto se ve más acuciado en los países con menos recursos donde un 60 por ciento de las personas que viven en pobreza extrema carecen de ellos. Los medicamentos existen y están disponibles, pero no llegan a donde se necesitan. El núcleo del problema reside en las patentes que confieren un monopolio de al menos 20 años, permitiendo precios inalcanzables y cerrando el paso a los medicamentos genéricos.

La otra cara de la moneda es la farmacologización2 de la población de los países con rentas medias o altas, que conduce a que el 20% de los adultos mayores, consuman 10 ó más fármacos, mientras que el 40% consumen 5 ó más. Es la consecuencia de indicaciones innecesarias, que, entre otros problemas, incrementa los costes sanitarios y la cantidad de efectos adversos ligados a los medicamentos: En EEUU se estima que es la tercera causa de muerte, con más de 150.000 muertes prematuras al año y más de 4 millones de hospitalizaciones.

Los derechos de propiedad se sitúan por encima de la salud pública, con efectos perversos tales como la utilización de fondos públicos que posteriormente no se reembolsan, el bloqueo de la innovación por las estrategias monopólicas (cuando predican exactamente lo contrario) y la prioridad a los fármacos “rentables”, aunque sean “me too, y no a las necesidades de salud.

Sin embargo, el relato hegemónico insiste en el valor innovador de la industria, en que los precios son necesariamente muy elevados para primar y estimular la investigación, o que la enfermedad es la causa del subdesarrollo del tercer mundo (la autentica barrera al progreso), por lo que vencer a la enfermedad en las áreas del subdesarrollo (con vacunas y antibióticos) es el necesario paso previo para el despliegue de las fuerzas del mercado. En realidad, es una estrategia reduccionista porque el colapso de los países pobres no se puede justificar por razones de salud, sino por la intervención de los mercados y el comercio internacional. Es decir, más por razones políticas y económicas y menos por problemas asociados a la enfermedad.

Estas estrategias de combate de la enfermedad, que transmiten grandes promesas y expectativas3, están apoyadas por la OMS y promovidas desde las poderosas PPPs4 (Public – Private – Partnership for health), con un gran protagonismo en el ámbito de la salud. Las PPPs, que reúnen a asociaciones filantrópicas, farmacéuticas e instituciones públicas, son en el ámbito de la cooperación, en primer término, alternativas humanitarias (como GAVI y otras); pero, en realidad, representan el modelo emergente de privatización de los cuidados de la salud y se podrían caracterizar como los instrumentos preferentes para revitalizar los mercados5,6

Post-modernidad y salud. La modernidad terminó en los años ochenta del siglo XX, dando paso a una época oscura (la posmodernidad) en la que estamos actualmente, marcada por el ascenso de las políticas neoliberales7, la hegemoníade las corporaciones multinacionales oligopólicas, las cadenas globalizadas de mercancías, el agotamiento de los recursos naturales y el cambio climático….

Tiempo atrás, en 1946, la Organización Mundial de la Salud (OMS) redefinió la salud desde una aproximación holística, que recibió muchas críticas, algunas justificadas; pero que supuso un gran cambio con respecto a la definición anterior de «ausencia de enfermedad». La OMS promovió un cambio de enfoque: de una visión estrecha de la salud pública (vacunación y medidas para combatir la infección) a una perspectiva más amplia que incluía los determinantes sociales de la salud, y no sólo los sanitarios, y que confluía en «un frente común contra la pobreza y la enfermedad». La estrategia tuvo continuidad con la posterior declaración de Alma Ata (1978)8.

Pero este nuevo modelo apenas pudo sobrevivir a las presiones que se desarrollaron rápidamente para volver a situar en el centro de gravedad a las tecnologías, los medicamentos y las prestaciones sanitarias9. Sobre todo en los países que se sitúan a ambos lados del Atlántico Norte, debido a que tienen poder adquisitivo y que las enfermedades y sus procedimientos diagnósticos y terapéuticos han devenido en negocios rentables, generadores de grandes beneficios10. En tanto que las enfermedades de los países pobres, son endémicas y matan a mucha más gente, como el paludismo, el cólera y la tuberculosis, apenas reciben financiación, investigación y atención sanitaria.

De la misma forma que la salud individual no es la ausencia de enfermedad, en una pandemia, la salud colectiva no puede definirse como la ausencia de brotes11, dado que no hay que olvidar que los patógenos son viajeros y el riesgo de contagio, de transmisión sostenida y de “endemicidad” depende fundamentalmente de la cooperación a todos los niveles12.

A fecha de hoy, el paradigma hegemónico tiene un claro perfil tecno-médico, y como señalaba Thomas Kuhn13, el paradigma es el que determina la “ciencia normal”, la compartida por los científicos, los profesionales y la opinión publicada, en la teoría y en la práctica, la que orienta las respuestas desde una perspectiva de la enfermedad, y no desde una perspectiva integral de la salud y sus determinantes sociales, la que desecha, a su vez, todo lo que se sitúa “fuera”, es decir, lo que está en otros enfoques. Una visión reduccionista en donde son cada vez más visibles sus crecientes contradicciones, pero que sigue plenamente vigente14.

Desde este enfoque biomédico, en el caso de las enfermedades infectocontagiosas, las vacunas son la gran esperanza, pese a que no abordan, como es evidente, las causas últimas de las epidemias. En este sentido, cabe recordar que todavía no hay vacuna para el VIH/SIDA, una pandemia que mató a treinta y dos millones de personas.

2 Revue Prescrire 2019; 39 (424): 142-144

3 Prasad V et al: “Precision oncology: origins, optimism, and potential”. Lancet Oncol. 2016 Feb;17(2):e81-6

4 Banco Mundial. https://ppp.worldbank.org/public-private-partnership/ppp-health

5 Foladori G: “El reto de las enfermedades infecciosas al paradigma biologico” . Critical Journal of Social and Juridical Sciences. N 12. 2.005 . El enfoque clínico de la enfermedad en contraposición con el enfoque de la determinación social de la salud.

6 Bruen,C et al: “A concept in flux: Questioning accountability in the context of global health cooperation”. Globalization and Health;10: 1620 . 2.014

7 El neoliberalismo entendido como un “proyecto político”, construido desde las ideas de Friedrich Hayek y MiltonFriedman. En Harvey D: “breve historia del neoliberalismo”. Akal, 2.005

8 Declaración de Alma Ata: https://www.who.int/topics/primary_health_care/es/ Titulo IV. El pueblo tiene el derecho y el deber de participar individual y colectivamente en la planificación y aplicación de su atención de la salud. Titulo V: Los gobiernos tienen la obligación de cuidar la salud de sus pueblos… mediante la adopción de medidas sanitarias y sociales

9 Illich I. Némesis médica. La expropiación de la salud. Joaquín Mortiz, México, 1978

10 Bodenheimer T. “Uneasy Alliance – Clinical Investigators and the Pharmaceutical Industry”. NEJM;342(20), 539- 1544. 2.000

11 Milton Terris definió la salud como el estado de bienestar físico, mental y scoial que permita desarrollar un proyecto de vida y no meramente la ausencia de enfermedad o incapacidad

12 Los puntos ciegos del virus: https://www.newtral.es/covid-19-en-africa-los-puntos-ciegos-de-los-virus-en-el-sur-global/20200606/

13 Los paradigmas, según Kuhn, son los fundamentos teóricos y prácticos universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica. Kuhn T: “La estructura de las revoluciones científicas·. Fondo de Cultura Económica 1989

14 El enfoque analítico ha prevalecido desde la Grecia clásica hasta nuestros días bajo el principio de descomponer y estudiar aisladamente y con detalle las diferentes partes de un sistema. Una visión que ignora lo que decía Aristóteles: “el todo es más que la suma de las partes”. Una perspectiva mecanicista, reduccionista y determinista que puede ser válido cuando hay pocas variables o en procesos sencillos. El enfoque sistémico, por contra, interroga el comportamiento de un sistema en su totalidad con sus interacciones e interdependencias propias de la complejidad organizada.

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