La guerra cultural del Covid19

Richard Horton. THE LANCET 399 (10322): 346. 22 de Enero de 2022. https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(22)00093-9/fulltext

El Dr. Anthony Fauci desafió al senador Rand Paul la semana pasada en una audiencia del Congreso de EE. UU., Fauci dijo que los políticos han explotado la pandemia de COVID-19 para su propio beneficio personal. Fauci mostró capturas de pantalla de la página web del senador Paul, que incluían el mensaje «Despedir al Dr. Fauci». Señaló que Paul estaba invitando a la gente a enviar donaciones a firefauci.org. Explicó cómo las exageraciones de Paul estaban creando las condiciones para ataques violentos contra él y su familia.
En diciembre de 2021, un hombre fue arrestado cuando se dirigía a Washington, DC, con un rifle semiautomático AR-15 en su automóvil. Cuando se le preguntó por qué viajaba con esta arma, respondió que iba a “matar al Dr. Fauci”.
Fauci proporcionó pruebas convincentes de que la epidemia se está utilizando para beneficios espurios y que el debate político de la COVID19  se ha convertido en una amarga guerra cultural, cuyo telón de fondo es la lucha entre las diferentes ideologías sobre como se debe construir y gobernar la sociedad.
Como me dijo recientemente un asesor del gobierno del Reino Unido, su mayor preocupación era que los errores cometidos por los científicos sobre los riesgos que plantea la variante omicron del SARS-CoV-2 podrían haber envalentonado al ala derecha del Partido Conservador para atacar y socavar la esfuerzos para sacar al país de la pandemia.
Estamos asistiendo a una verdadera guerra cultural entre políticos conservadores – libertarios y científicos; pero sería demasiado fácil culpar a los políticos por  ignorar los consejos razonados de salud pública. porque los científicos también han cometido errores y debe de rendir cuentas sobre los enfoques y actitudes que han tenido a lo largo de la pandemia, en donde ha habido éxitos y fracasos, como ha escrito Philip Ball en he New Statesman, denunciando la «extraña despreocupación de la comunidad científica en el Reino Unido», una forma de complicidad que ha consistido en no responsabilizar a los políticos cuando han adoptado malas decisiones.
Una complicidad que se ha escudado detrás de una falsa honorabilidad y liberalismo. La respuesta al omicron es un claro ejemplo. El 14 de diciembre de 2021, la Dra. Angelique Coetzee, una médica sudafricana con experiencia de primera mano en el manejo de pacientes infectados con omicron, señaló que la reacción del Reino Unido “no guarda proporción con los riesgos que plantea esta variante”. Su mensaje fue claro: “Puedo asegurarles que los síntomas que presentan las personas con Omicron son muy, muy leves en comparación con los que vemos con la variante Delta, mucho más peligrosa. ” Coetzee explicó que las muertes por COVID-19 en Sudáfrica no estaban aumentando drásticamente y tampoco lo estaba el tiempo promedio que las personas permanecían en el hospital. Coetze sugirió que «esta enorme reacción exagerada está asustando a la gente innecesariamente». Pero su consejo fue ignorado. De hecho, la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido en realidad alimentó el miedo público al predecir 200 000 infecciones de omicrones por día. El resultado fue nuestra propia versión de la guerra cultural Paul-Fauci. “Es Boris Johnson contra los científicos”, proclamó la portada del Daily Mail el 16 de diciembre de 2021. La Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido tardó un mes en estar de acuerdo con el testimonio de Coetzee de que el omicron causaba una enfermedad de baja gravedad en adultos.
Una evaluación honesta de los últimos 2 años de gestión de la pandemia podría incluir la conclusión de que, desde el principio, se ha confiado demasiado en los modelos matemáticos y se ha hecho demasiado poco hincapié en la experiencia de los trabajadores sanitarios que estaban en la primera línea de la atención.
Los asesores científicos siempre han aconsejando precaución, resaltando la incertidumbre, advirtiendo contra la complacencia  y pidiendo más datos. Así, han argumentado que que es demasiado pronto para concluir que lo peor de omicron ya pasó y predicen un repunte de verano. Los gobiernos deben mantener una vigilancia rigurosa de las variantes nuevas y más letales del SARS-CoV-2. Los grupos vulnerables deben ser protegidos. Deben acelerarse los esfuerzos mundiales de vacunación. Pero ahora los países deben alentar un debate vigoroso sobre una visión futura y más justa para sus sociedades. Y los científicos, médicos y profesionales de la salud pública deberían encontrar su voz en esta fase tan importante de la pandemia.

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