La salud y la exclusión social, informe FOESSA-2019

Un resumen en donde se recogen los aspectos que hemos considerado más relevantes del Informe FOESSA 2.019 con respecto a los determinantes sociales y las desigualdades en salud

Las condiciones materiales y sociales son un claro determinante de la salud de las personas.Múltiples investigaciones evidencian la estrecha relación entre clase social y desigualdades en salud: las clases desfavorecidas tienen peor salud, desarrollan más enfermedades y determinadas enfermedades se asocian al estatus y la posición social. La crisis de 2008 puso de manifiesto la gran influencia del deterioro de las condiciones de vida sobre la salud de la población. Un problema seriamente agravado por las políticas de “austeridad” ante la crisis.

La exclusión social y la salud en España. Los datos de la encuesta muestran que la salud autoevaluada es muy buena para el 35,5%, y buena en el 43,6%, de la población española. Por el contrario, un 4% considera que su salud es más bien mala y un 1,8% considera quees francamente mala. Los datos sugieren la prevalencia de mala salud en España es entorno al 5% de su población, en la medida que salud autoevaluada se correlaciona aceptablemente con la mortalidad (Schnittker, J. (2004). «Education and the changing shape of the income gradient in health». Journal of Health and Social Behavior, 45, 286-305).

La población española percibe, por tanto, de manera satisfactoria su salud. Ahora bien, esta valoración es compatible con un porcentaje relativamente alto de población (15,1%) que tiene una enfermedad o problema de salud crónico, en coincidencia con el progresivo envejecimiento de la población. Es preciso resaltar también la alta prevalencia de enfermedades mentales (5,2%), con un elevado número de casos de depresión (3,4%), al igual que la alta prevalencia de cardiopatías y enfermedades circulatorias (12,7%) y diagnósticos de cáncer (8,1%). La «pirámide de morbilidad» se ajusta bastante bien a las características de la «pirámide poblacional» y a las características socioeconómicas de la sociedad española.

Por otra parte, los datos sugieren que la cobertura sanitaria en España es prácticamente universal, aun así, un 0,8% de las personas entrevistadas declara no tener cobertura sanitaria. Existe un buen acceso a dispositivos públicos de diagnóstico y tratamiento, pero sería erróneo confundir la cobertura sanitaria (casi) universal con la cobertura universal de las necesidades relacionadas con la salud. La diferencia entre ambas es un elemento significativo en el análisis de las desigualdades en salud.

Con la crisis un 8,8 % de los hogares (y el 2,6% de las personas entrevistadas) no pudieron pagar las medicinas que necesitaban debido a los copagos, aunque este porcentaje ha bajado en el último año. Otros gastos como los producidos por la hospitalización (incluyendo desplazamientos, comidas, etc.) son de especial relevancia por su impacto sobre los hogares. De la misma forma un porcentaje significativo (7,2%) de las personas que señalan padecer alguna enfermedad diagnosticada no reciben asistencia médica para dicho problema de salud.

Además, hay que tener en cuenta el porcentaje de población que declara tener algún tipo de necesidad relacionada con la salud y no poder permitírsela. Por ejemplo, el 14,9% no pueden pagar la salud bucodental y el 9,5% no puede pagar prótesis dentales. Del mismo modo, pese a la notable prevalencia de enfermedades mentales, el 3,2% no puede permitirse un especialista en psicología.

Discapacidad y dependencia

Uno de los factores que contribuye en mayor medida a las desigualdades en salud y bienestar es la existencia de discapacidad y/o dependencia: El 30% de las personas con discapacidad se encuentran en situación de exclusión social y un 16% en exclusión social severa, el doble que las personas sin discapacidad.

Casi un 6% de la población en España tiene reconocido algún grado de discapacidad y un 1% un grado superior al 75%, mientras que en el 2,2% de los hogares existe alguna persona que tiene reconocida una situación de dependencia.

Las limitaciones en la vida cotidiana por enfermedad o discapacidad pueden mitigarse o eliminarse si se tiene acceso a los recursos apropiados. Es muy significativo el alto porcentaje de hogares que requieren ayuda para cuidados personales y acompañamiento, pero no la reciben: Solo el 35,8% de los hogares tienen cubiertas todas las necesidades asociadas o no perciben tal necesidad.

En la discapacidad la naturaleza de la exclusión social es múltiple (pobreza, paro y precariedad laboral, cobertura sanitaria, a salud, vivienda o aislamiento social relacional)y no necesariamente y en todas las ocasiones pasa por la pobreza, sino que parece tener más que ver con la adecuación a la discapacidad de las estructuras esenciales del estado de bienestar). Seis de cada diez personas con discapacidad que están en situación de exclusión no son pobres. El acceso al trabajo y el empleo precario son mas frecuentes.

En términos generales, el 14% de la población está excluido o atendido precariamente en los dispositivos de salud, pero este porcentaje alcanza al 34,4% en el caso de las personas con discapacidad. Esto es, las personas con discapacidad no están en exclusión social porque «intrínsecamente enfermen más», sino porque tienen más dificultades para acceder a los dispositivos y bienes relacionados con la salud. Muestra de ello es la tasa de hogares del colectivo de personas con discapacidad que no se pueden comprar medicamentos por problemas económicos (ocurre en el 16,9% de estos hogares, 9,2 puntos más que en el resto de la población).

Como elemento positivo, destaca la menor incidencia de la exclusión en la dimensión política (5,6

puntos menos en el colectivo de personas con discapacidad), lo que puede ser reflejo del efecto de

la existencia en España de un movimiento asociativo de la discapacidad con un fuerte activismo en la reivindicación de derechos y de prestaciones, que vehiculiza y favorece su inclusión político social.

La exclusión social es fundamental para entender el gradiente social en salud. De la misma forma que los ingresos y el nivel educativo son los indicadores típicos que se utilizan para explicar convincentemente el gradiente socioeconómico en la salud, la exclusión social también se asocia estrechamente con la salud y constituye un eje de estratificación independiente de los niveles de estudios y de ingresos.

Ahora bien, no todas las dimensiones que incluye la exclusión social tienen la misma asociación con la salud. Los más significativos son la exclusión del consumo, de la vivienda, del acceso a los medicamentos y a una alimentación saludable. Por otra parte, la relación entre salud y exclusión es bidireccional.

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