Ciencia-ficción en la gestión de la Atención Primaria

En sus análisis de lo que sucede en Atención Primaria, Juan Simó reproduce un artículo de Joan Gené que pone en la picota una de las obligaciones de los médicos, como es el rellenar casillas a fin de que los superiores puedan comparar y premiar actividades, lo que -según subraya- encierra un manifiesto autoengaño.

No es la primera vez que Joan Gené nos muestra las consecuencias de una “registritis” orientada al cumplimiento de indicadores. Hace ya diez años, en este editorial titulado ‘Basta de «clicar» casillas’, hablaba del maquillaje de los registros cuando éstos van ligados a incentivos. La “registritis” es hipercontagiosa y de sus efectos es difícil escapar, especialmente cuando, al cumplimiento de indicadores, se ligan incentivos de productividad variable, la consecución de “méritos” para ascender de nivel de carrera profesional o ambos. Pero ahora, Gené da un paso más al afirmar que se trata de un autoengaño. Un autoengaño, añado yo, que parece convenga a muchos mandos y mandados. Un autoengaño que nos hace perder mucho tiempo, justifica los salarios de quienes se dedican al análisis del “clic” y, lo que es peor, puede contravenir los intereses del paciente. No se pierdan su “Stajanovismo sanitario”.

Stajanovismo sanitario, por Joan Gené

La “indicadorología” es la ciencia de hacer creer a CatSalut que sus objetivos se cumplen. Recomiendo a los médicos de familia que no la apliquen cuando ésta contravenga las preferencias de los pacientes pese a que hacerlo les perjudique económicamente y afecte a su imagen dentro de la organización.

La “indicadorologia” es la ciencia emergente del Sistema Sanitario Catalán. Es el estudio del modo de conseguir que CatSalut piense que se le está obedeciendo

La “indicadorologia” es la ciencia emergente del Sistema Sanitario Catalán. Es el estudio del modo de conseguir que CatSalut piense que se le está obedeciendo. Esta actividad ocupa la mayor parte del tiempo de los directivos y gran parte de les horas de los profesionales de atención primaria. No hay ninguna evidencia de que repercuta positivamente en la salud o en la satisfacción de la población ni de que aumente la eficiencia. Más bien considero que es una pérdida de tiempo y un desperdicio de recursos.

Seguramente es el tema más tratado en las “sesiones clínicas” de los centros de salud. En estas reuniones los directivos riñen a los médicos que gastamos demasiado en pruebas complementarias o en recetas. Con una actitud paternalista nos recomiendan que derivemos al especialista aquellos pacientes que toman medicamentos caros o que precisan pruebas costosas. Argumentan que la astucia hará imputar el coste al hospital. Opinan que así mejoran la imagen de la empresa de la atención primaria ante CatSalut.

Los objetivos e indicadores de CatSalut son una verdad absoluta sin excepción. Una certeza basada en la evidencia científica dictada por una organización que una vez más ignora la voluntad del paciente. Al contrario, los directivos nos recomiendan que llamemos a los pacientes que no se han sometido a las pruebas o tratamientos que marca la historia clínica electrónica. No sirve de nada explicar que el paciente no acepta el tratamiento o la prueba. Tampoco sirve argumentar su indicación dadas las comorbilidades o las características específicas del enfermo. Lo importante es que en el ordenador aparezca el semáforo en verde.

La “indicadorologia” no es más que un esfuerzo gigante de autoengaño. Llega a extremos tan ridículos como cuando los sistemas de agendas electrónicas del ECAP del Instituto Catalán de la Salud crean automáticamente agendas a medianoche con el objetivo de que a primera hora de la mañana, cuando el CatSalut evalúa la accesibilidad, encuentre huecos de visita vacíos para el mismo día. Lógicamente, esta astucia no beneficia a los pacientes disciplinados que desean una cita con su médico para el día siguiente: cuando la quieren concertar se encuentran con que la agenda no está todavía abierta.

También nos autoengañamos con la fragmentación del presupuesto. ¿Alguien piensa que las recetas o las pruebas indicadas por los especialistas no las pagará también CatSalut? La trampita que nos piden no hará más que encarecer el servicio y aumentar las listas de espera.

Cuesta quedar al margen de la “indicadorologia”. Cuando no cumples te señalan con un semáforo rojo. Te hacen creer no sólo que eres un mal médico sino también que perjudicas a tus compañeros. Dejarás de cobrar un dinero e impedirás también que los cobre la ‘”empresa”. En cambio, los directivos felicitan a los que adoptan conductas stajanovistas. Son los campeones en semáforos verdes. Quizá también les acaben otorgando la medalla d’Alexei Stajanov como se hacía en la antigua Unión Soviética.

Todo ello recuerda la película ‘I.. como Ícaro’, de Henri Verneuil (1979), basada en la clásica experiencia de Stanley Milgram sobre la obediencia. El investigador demostraba que personas normales pueden ser capaces de lanzar descargas eléctricas a persones totalmente inocentes por el simple respeto a las indicaciones que marca la autoridad. Estamos educados para obedecer.

Si derivamos los pacientes costosos a otros niveles por indicación de la dirección, molestamos injustamente a los pacientes. Los médicos de familia no podemos disparar “descargas eléctricas”. Ante todo nos debemos a nuestros pacientes. Aunque el sistema se autoengañe, no es ético que nosotros engañemos a los pacientes.

Los directivos deben comprender que el discurso de la trampita transmite unos valores a los profesionales que repercuten negativamente sobre los pacientes y sobre la moral de los equipos asistenciales. Seguramente, mucho del desánimo actual en la atención primaria provenga de la aplicación de estas políticas que anteponen los objetivos de CatSalut a la atención de las demandas de las persones que nos visitan.

Espero que CatSalut madure, que supere la fascinación de ir sumando mentiras y publicarlas en la web de la AQUAS. Debe dejar de jugar a “empresarios” en un entorno planificado que en muchos aspectos recuerda a la antigua Unión Soviética. Es hora de adoptar el discurso de la atención al paciente, de respetar sus valores y sus preferencias. Es el momento de gestionar la experiencia de la atención y no de autoengañarse con los semáforos del ordenador. No tenemos que competir entre centros, sino establecer vínculos y coordinarnos. El discurso honesto de buscar la mejor atención centrada en el paciente nos unirá y nos permitirá modernizar las organizaciones sanitarias catalanas.

Juan Simó Miñana

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