Grifols, el imperio de los derivados de la sangre

Hasta hace poco, Grifols era una empresa catalana desconocida para el gran público. Su nombre se hizo internacionalmente famoso gracias a Wikileaks. Uno de sus cables reveló que, para el Gobier­no de Estados Unidos, su planta de Parets del Vallès (Bar­celona) era uno de los tres activos estratégicos en territorio español, junto al estrecho de Gibraltar y el gasoducto que une España y Argelia. Grifols es una de las empresas que está ocultando su fortuna en paraísos fiscales, a través de ocho sociedades distintas.
Esta multinacional, que provee de hemoderivados a los hospitales estadounidenses, sería una de las más beneficiadas si el Estado español se empeña en seguir los pasos de EE UU, donde las donaciones de sangre están completamente privatizadas. En este país, Grifols paga 50 dólares a los donantes por un litro y medio de plasma sanguíneo, un ingreso extra para los habitantes más pobres del país. Una idea que el presidente de la compañía, Víctor Grifols, intenta replicar en España: “Si pudiéramos tener centros de plasma, podríamos pagar 60 euros por semana, que sumados al paro son una forma de vivir”. La Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pú­blica (FADSP) denuncia que el convenio entre la Comunidad de Madrid y la Cruz Roja abre la puerta a la “mercantilización” de la sangre: “El convenio obliga a Cruz Roja a suministrar una determinada cantidad al sistema público. No lo dice de forma explícita, pero si sólo lo obliga a una cierta cantidad se infiere que todo lo que se consiga por encima de eso podrá utilizarlo con otros fines”, afirma Mar­ciano Sán­chez, de FASDP, en referencia a las empresas privadas del sector, en concreto a quien tiene el monopolio en España, la compañía Grifols.

El 85% del plasma que utiliza Grifols proviene de EE UU, país en el que cuentan con 147 centros de donación y donde llegan a recaudar 6,5 millones de litros de plasma cada año. Desde allí, el plasma se envía a cuatro centros de procesado: Clayton, Los Ángeles, Melville y Barcelona. El 15% restante proviene del Estado español y de la Re­pública Checa. “Aquí, en el Cen­tro de Transfusiones de la Co­munidad de Madrid, hay un acuerdo con Grifols: el Centro de Transfusión envía el plasma a Grifols y se produce un trueque en el que Grifols devuelve derivados plasmáticos, pero se queda con una parte de estos derivados obtenidos del plasma”, dice Sonia Palazuelos, trabajadora del cen­tro e integrante de Adecetma. Este acuerdo “está regulado en un contrato marco con la Consejería de Sanidad. Este trueque evita que se pueda hablar de lo que se paga por lo que, en última instancia, es un derivado de la sangre”, resume.

Un gigante en crecimiento. Grifols no ha dejado de absorber las compañías de la competencia. En 2011, se hizo con Talecris. Y en 2013 redondeó la operación adquiriendo la unidad de diagnóstico de análisis transfusionales de Novar­tis. Además, Grifols realizó compras parciales en las compañías Aradigm Corporation, Progenika Biophar­ma y TiGenix. Este paso gigantesco, financiado por el banco japonés Nomura, Morgan Stan­ley y el BBVA, ha situado a esta multinacional como la tercera compañía del mundo de su sector y en la primera europea.

Grifols cerró 2013 con una cifra de negocio de 2.741 millones de euros y desde 2010 ha multiplicado su valor en bolsa por cuatro. Pero estos beneficios no están repercutiendo en las arcas públicas, según se extrae de un informe del Obser­vatorio de Responsabilidad Social Corpora­tiva: Grifols es una de las empresas que está ocultando su fortuna en paraísos fiscales, a través de ocho sociedades. Según publicó The New York Times, sus secciones Biomat USA, PlasmaCare y Plasma Collection Centers están domiciliadas en Delaware, en la dirección de Corpo­ration Trust Company, donde comparte oficinas con otras 6.497 empresas. Aunque sus vías de expansión se están centrando en los países emergentes, la empresa no aporta ninguna información sobre los paí­ses en donde se realizan los ensayos clínicos sobre nuevos fármacos y los posibles efectos que generan en la población.

¿Y por qué podría interesarle a una compañía como Grifols que las donaciones de sangre se abran al sector privado? La respuesta a esta pregunta puede provenir de las nuevas terapias celulares, que necesitan de mayores cantidades de plasma. Y ésta parece ser la apuesta de la compañía, sobre todo si analizamos las empresas que ha comprado el año pasado. Así lo confirman las declaraciones de Víctor Grifols: “Si las actuales investigaciones en células madre para combatir la enfermedad de Alzheimer fructificaran, la demanda de plasma se multiplicaría por 28. ¿De dónde lo sacaríamos?”.

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