Fuente: eldiario.es https://www.saludadiario.es/opinion/tenemos-que-cambiar-el-modelo-sanitario
Tenemos un modelo sanitario con financiación pública que está basado en la enfermedad y en el tratamiento de ésta. La mayoría de los recursos sanitarios se dedican al diagnóstico de enfermedades y su tratamiento, siendo estos dos pilares la base del asistencialismo sanitario, reforzado por la gran industria farmacéutica y tecnológica, que mueve ingentes cantidades de dinero para sustentar este paradigma, necesario para vender sus productos en el mercado.
Todas las personas queremos ser tratadas y curadas de nuestras enfermedades, que se nos diagnostique bien y pronto. Igualmente, todas querríamos, a ser posible, no enfermar o, al menos, enfermar lo menos posible, viviendo dignamente nuestra vida hasta el final.
El comisario europeo de Salud, el maltés Tonio Borg, ofrece un dato revelador: el 97% de los presupuestos sanitarios de los Estados miembros se destinan a tratamiento. Únicamente el 3%, a prevención. «¿Tiene sentido este porcentaje, cuando muchas de las enfermedades crónicas más prevalentes se pueden prevenir en gran medida?», se preguntó, siendo España el quinto país de la UE que más gasta en farmacia, muy por encima de la media europea.
Creo necesario comenzar a revertir este modelo que, por otra parte, está arruinando a los países y descuadrando las previsiones presupuestarias de cualquier ministerio o Consejería de Sanidad y, además, no da una satisfacción adecuada a las necesidades asistenciales de la población. Debemos mantener la financiación pública y exigir el firme liderazgo del sector público con un gasto público adecuado.
El nuevo modelo debe basarse en la prevención de la enfermedad y en la promoción de la salud, en serio y de verdad, aumentando los recursos y reconduciendo los presupuestos hacia estos dos pilares fundamentales, abarcando la vida completa de la persona, desde su nacimiento hasta su muerte. Un modelo basado en los cuidados a las personas sanas, dando valor a la salud y a todas las circunstancias que determinan esa buena salud. No se debe olvidar que la pobreza causa enfermedad y la enfermedad pobreza.
«La salud en todas las políticas» no debe ser una frase retórica, sino pragmática y de obligado cumplimiento. Cuando se hable de políticas de empleo, vivienda, agrarias, fiscales, territoriales, educativas, sanitarias, etc… la primera pregunta obligada de las y los políticos debe ser: ¿esta decisión mejorará la salud de la ciudadanía? ¿Mejorará sus condiciones de vida para evitar que enfermen?
La investigación deberá girar en torno a estos pilares también. ¿Cómo prevenir? ¿Qué mejorar para que la salud mejore? No es fácil, pues la industria promueve la mayoría de investigaciones, enfocadas en el diagnóstico y tratamiento, que además tienen un reconocido valor social y aportan un ingente beneficio económico.
Animo desde estas líneas a debatir abiertamente y con la participación de toda la sociedad sobre este tema, a dar un paso hacia adelante y salir de este torbellino de consumo de recursos sanitarios al que se nos ha acostumbrado. Gastar mucho en Sanidad no implica, necesariamente, tener mejor salud.